sábado, 29 de enero de 2011

DANZA EN STGO. A MIL: De menos a más



La relación que el cuerpo tiene en escena el día de hoy, con variados elementos y recursos es una constante tensión que experimentan los creadores, intérpretes y el mismo espectador de artes escénicas. Desde finales del siglo XIX se comenzó a gestar este conflicto (que no sea lea como algo malo) hasta el día de hoy, y en dicho proceso podemos establecer distintos campos conceptuales y diversos procesos históricos y contextuales que nos van a ser útiles a la hora de hacer más específica y más interesante la teoría e historia de la danza y su contenido.

Stgo. a Mil el evento cultural más importante de las artes escénicas en Chile, nos trae un ejemplo claro de la situación actual de la danza, con montajes que se presentan como una instancia compleja, híbrida y decidora en la historia del arte y por supuesto en la historia de la danza nacional.

En la gran mayoría de las piezas comienza a germinar una idea acerca de lo que es la danza contemporánea nacional como precursora de un terreno inexplorado y también experimental, un espacio en donde en muchos casos aún no hay inscripción, sino que por el contrario, hay ambigüedad e hibrides. Es allí donde se enfocan todos estos montajes que nos presenta el Festival por todo el mes de enero 2011. Obras que reflexionan en sus propias realidades acerca de las corporalidades de la danza, las metáforas que se evocan, las ideas del arte que hay tras ellas, etc.

Los montajes que daremos a conocer a continuación tienen muchas particularidades en común. Algo evidente y gratificante para el arte chileno, es que acá se formaron grupos de personas que se interiorizaron en la creación, con el objeto de presentar un nuevo espectáculo profundo y original; pero ¿se logró?
Piezas, en la que no solo participan bailarines sino artistas de diferentes disciplinas, aportando otras visiones y conceptos que ayudan a enriquecer lo que en primera instancia es solo danza. Fusión de contenidos en solo una pieza que complejizan, aún más el concepto de lo dancístico. Bailarines que sí implican “lo clásico” de la danza, pero reexaminando los principios fundamentales de esta manifestación como medio de comunicación, instalando técnicas como el reléase, el contact, las artes marciales, el propio teatro, las artes visuales, etc.

Stgo. a Mil nos trae una fuente interminable de recursos sin límites, donde el objetivo principal es transmitir al espectador, conceptos y mensajes contemporáneos, más en relación con la sociedad actual. Que permitan un dialogo concreto y familiar entre el receptor y los artistas y obviamente una discusión sobre la danza nacional hoy. Por supuesto que desde el cuerpo como principal motor de partida pero con la conjunción de otros recursos.


El primer montaje que se presenta es “Sumatoria”. Bajo la dirección de José Olavarría, esta pieza se instala en las cientos de posibilidades en las que se pueden relacionar los cuerpos. Cuatro intérpretes se instalan e indagan en la reconstrucción del hombre. Una reconstitución que presenta las tensiones y conflictos que pueden provocar tener en escena a cuatro protagonistas hombres hablando sobre ese mismo concepto. Una obra que sin ser explicita, por sus elementos (unas tablas) y el vestuario de los intérpretes, nos habla al parecer de un grupo que trabaja en la construcción, lugar que sirve de escusa para presentar un espacio cotidiano donde un grupo de individuos comparten su “hombría”. Se suma a la tensión, además, una instancia que transmite la incapacidad de cada uno frente al trato con los otros. Primero entre ellos mismos y luego cuando en un momento, dos mujeres aparecen en escena para desequilibrar el territorio masculino que se había formado. Reflexiona entonces, sobre el propio hecho de sentirse hombre y como esto está siempre en un proceso de búsqueda.

Seis cuerpos en escena, provenientes del teatro y la música en un montaje de danza, que rompe con el canon corporal y de puesta en escena de la danza tradicional para dar paso, a una idea de construcción de identidad desde la diferencia. Donde la individualidad y colectividad de los intérpretes, se ve expresada en un lenguaje corporal y coreográfico muy particular más ligado al teatro, puesto que lo que vemos en escena parecieran ser movimientos muy cotidianos, relacionado con el accionar. Un montaje que presenta un objetivo ciento por cien ligado a la danza, que postula para su ejecución y puesta en práctica, el uso primordial del cuerpo como medio para conocerse así mismo y al otro. Pese a que incluye algo de texto (acercándolo a lo teatral), además de un juego de iluminación que provoca atmósferas dramáticas, e incluso la música que toma un rol muy relevante, es el cuerpo el que cumple el rol más clave dentro del montaje. Por tanto, esta pieza insiste en la identificación, de este redescubrimiento del hombre que ya mencionábamos y al parecer de la danza en sí; discute sobre ella y sus recursos.

Ya decíamos que con esta idea de lo teatral, podemos distinguir en el montaje una fuerte referencia a la realidad, donde es posible ver movimientos cotidianos que a ratos parecen mímicas, además de instalar y reiterar en la acción pura. Se hacen evidentes los gestos, las caídas, los golpes, saltos, los motores del movimiento, etc. aunque no desde la técnica profesional de la danza, lo que evidencia la poca cercanía técnica con esta manifestación de parte de los intérpretes. Esto se hace evidente en cuanto a la relación entre el centro de gravedad y las ramificaciones musculares periféricas, en los “actores-bailarines”, donde la físicalidad no se expande y en casi toda la pieza se ve una comodidad corporal que no se relaciona con la espectacularidad del escenario y lo que se podría hacer en ese espacio (Sala A1 del Centro Gabriela Mistral), con el tema y con la propia danza. Seguramente es una propuesta, pero al parecer no es bien desarrollada y hace ver un montaje un tanto básico, con mucho potencial, pero que no es bien desarrollado. 


“Sumatoria” observa la vida interior de lo masculino y como esto se debe confrontar con lo cotidiano, donde se es imposible transmitir de la misma forma esa experiencia. Que a su vez, nos permite señalar que la diferencia entre sexos existe pero no debe implicar inequidad y marginación. Y al parecer, busca revalorar, sin mitificar, la presencia de los varones en la danza. Se trata de una investigación que es ante todo una mirada crítica y no acusatoria, sobre la presencia de los varones en esta manifestación artística, con sus aportaciones y ausencias. Hombres que luchan con su cuerpo, su profesión y su sentido de “hombría” en pos de su construcción y perfección.
Incluye recursos típicos de las manifestaciones artísticas actuales: el uso de ciertos elementos híbridos de la danza contemporánea donde se evidencias las técnicas recurrentes con saltos y tomadas, además de tiempos particulares y repetitivos, coreografías y partituras grupales, multifocalidad, humor, contact, y además incluye lo teatral en la interpretación facial de los intérpretes, el uso del texto, la utilización del elemento concreto como uso cotidiano, etc.
Una obra que trabaja consiente o no, en un solo concepto: la transtextualidad; noción que invita al dialogo directo y cohesionado entre el contenido, los intérpretes, la escenografía, la música y la iluminación. 

“Disposición natural a la pérdida del orden”, es el segundo montaje, parte del Festival Stgo. a Mil. Pieza dirigida por Elizabeth Rodríguez, sigue la misma senda que “Sumatoria” al incluir en la pieza a intérpretes que no son directamente del mundo de la danza donde nueve protagonistas entre bailarines, música y actores conviven entre sí.

Una obra que va un poco más allá que “Sumatoria” en cuanto al sentido que se le da hoy a la danza. Una pieza transgresora de la esquematización académica de ésta, que instala la presencia y exaltación y el aparecer y desaparecer de cuerpos a través del movimiento.
“Disposición natural a la pérdida del orden” se acerca en demasía al concepto de lo transtextual graficando variedad de sensaciones sin un discurso narrativo, sino más bien dirigiéndose a la yuxtaposición de expresiones e imágenes que el propio espectadores en su inconsciente desarrollará, sin necesariamente relatar una historia coherente, pero armando lo que podría ser una instancia relevante de discusión y análisis. Todo esto, se hace evidente en las sensaciones que provoca este montaje tan abstracto, donde los símbolos que aparecen son el protagonista de la pieza, que sirven para encontrarle un “seudo” sentido a ella y además relacionar la interacción del gesto, la imagen y el movimiento entre sí. Además, evidencia la fracturación dramática reflejada en la corporalidad del hombre contemporáneo, donde el movimiento convive sujeto a la imagen y no son los pasos de baile lo más importante, sino el concepto de impulsarse. Otra pieza que habla sobre la relación de los cuerpos y como se comportan estos en cuanto a las sensaciones y con el otro.
Es posible ver en la pieza, como los protagonistas, cada uno, hace evidente su profesión y a diferencia de “Sumatoria”, este montaje desarrolla la habilidad de cada intérprete, donde Paula Sacur y Cristián Gajardo se destacan entre el resto, dancística y teatralmente hablando, respectivamente.


Este montaje tampoco desarrolla la fisicalidad a cabalidad y aunque alberga cientos de dinámicas, imágenes, manifestaciones y estilos, la falta de espectacularidad y las fronteras y límites del cuerpo no se despliegan y queda un cierto recelo con la pieza. Aunque es interesante analizar las posibilidades que puede tener un montaje de danza, se extraña, al igual que en el primer montaje que analizábamos, ver cuerpos que nos asombren, donde lo extra-cotidiano del cuerpo sea lo maravilloso para entrar en la política que tiene cada montaje y donde no es necesario ser bailarín profesional para esto. Por muy híbridos y transtextuales que puedan ser estas obras, uno quiere tener la espectacularidad ahí, y no pensar que cualquier espectador sería capaz de hacer eso que estamos viendo, porque lo que tenemos en frente, a muchos ratos se ve cómodo y facilista.   

“Disposición natural a la pérdida del orden” habla de la relación constante con el entorno y quienes conviven en el, de la presencia y por tanto del presente. Estrategia que invita a ver a este, como un montaje que está en un reiterado proceso, donde se investiga y construye -desde sus intérpretes y obviamente del espectador- en el aquí y el ahora de cada función. Vinculando esto con la realidad actual y promoviendo el sentido del arte como evidente reflejo de nuestro contexto el día de hoy.

Un tercer montaje de la programación de este Festival es “Sin testear”. Aunque trabaja varios conceptos en común con los dos montajes anteriores, acá si hay un despegue notorio, importante e interesante, en especial bajo el concepto de lo transtextual y la fisicalidad.
Una pieza que vuelve a juntar, para su creación a otras disciplinas que trabajan en pro de un mismo fin. En este caso, la intérprete y directora Francisca Sazié se une al diseñador teatral Cristian Reyes, para crear una obra donde el cuerpo debe y logra dialogar y relacionarse concreta y perfectamente con el material audio-visual que se presenta como rol clave en la obra.
Lo que tenemos en frente es casi una película de danza en vivo, no tiene una historia en forma aristotélica y tampoco aparece muy clara, pero si tiene imágenes cohesionadas que ayudan a que el espectador pueda formar su propio mundo acerca de la pieza y darle coherencia a ésta, lo que se conecta con el objetivo de los creadores, que es dejarle al público la tarea de percibir la imagen de la bailarina moviéndose en el escenario e interactuando con recursos que parecieran ser sólo posibles desde otra forma y/o manifestación. Las imágenes indagan en un cuerpo en soledad y con miedos, donde la danza se relaciona con algo más teatral de parte de la intérprete, concretizando este espacio híbrido en una situación más relacionada con la acción y que invita a discutir acerca de la identidad del hombre actual y su individualidad notoria. Pero en “Sin testear”, más que el contenido, es la forma la relevante a la hora de pensar y discutir la obra.

Pequeños gestos, posturas y movimientos componen el repertorio de Sazié, aunque no se ve mucha coreografía, tanta técnica, ni acrobacias, si es posible ver en escena un cuerpo en alerta, con consciencia del centro, el uso de los apoyos, movimientos orgánicos y fluidez del cuerpo. Acá lo asombroso es lo extra-cotidiano que antes mencionábamos y que si se ve presente en el cuerpo de la intérprete. 


En esta pieza, se puede establecer, principalmente, el asombro y la sorpresa en la puesta en escena, donde es una pantalla como las del cine la que instala de forma virtual todo un mundo con sillas, mesas, ventanas, puertas y espacios al aire libre en donde vive el “personaje” de Sazié y que hace que el espectador pueda adentrarse en la magia que conlleva esto. La danza, el teatro, el cine, las artes visuales y la música, esta última realizada por Pato Pinto y que genera tensión y suma este mundo, están al servicio de una historia humana.
Rol fundamental para cumplir esto, es la antes mencionada transtextualidad. El concepto se traslada al contenido y a la forma, integrando información, perspectivas y discursos desde el lenguaje visual, gestual y/o sonoro. Todas estas instancias dialogan entre sí: el cuerpo, la escenografía, la iluminación, el contenido, etc. instalan una opción estética e ideológica donde es posible resaltar el proceso de creación de la obra y cómo se congenian e interactúan en pro de un mismo fin.

La fisicalidad es otro concepto que se destaca en este montaje, lo interesante es que acá las posibilidades del cuerpo no van en relación a cuan acrobático pueda ser el movimiento, sino que a la adaptación que debe tener en relación con este espacio virtual. La intérprete debe trabajar con una precisión exacta entre la imagen, el sonido, el gesto y/o acción en relación con todo lo que ocurre en cada una de las secuencias, que además están cronometradas. El cuerpo debe relacionarse a esta particularidad que no le es familiar, con un lugar y movimientos exactos y eso propone que deba comportarse frente un lugar que le es poco cotidiano, provocando que expanda esta cotidianeidad y busque otros y nuevos límites.

Acá el objetivo de los creadores por establecer la relación entre la imagen y el movimiento se cumple a cabalidad, y tanto la transtextualidad como la fisicalidad, se entremezclan como premisa hibrida para exponer a “Sin testear” como un aporte en la comunicación y sus lenguajes para el fortalecimiento del discurso dancístico.

Y para finalizar, la última pieza que presentamos es “Desierto de mediodía” de Ana Carvajal. Con una escenografía muy sencilla pero muy significativa a la vez, se  representa por un semicírculo y un minutero que además es una mesa, un reloj, que es además, un espacio cerrado en donde vive la protagonista (la directora que ya mencionábamos), relacionando todo esto con el tema principal de la pieza; el ocio. La obra reivindica este concepto, afirmando concretamente en el montaje y a través del cuerpo, que éste no puede quedarse quieto jamás. Ana Carvajal, se adentra en el hombre posmoderno y su miedo al “hacer nada”. En escena vemos un cuerpo que busca cosas para hacer, busca estar en movimiento con lo más mínimo. Con esto, así mismo, invita a recordar nuestra infancia cuando “lo moderno” no era indispensable y era nuestro propio cuerpo el recurso para intentar entretenernos y la única posibilidad para crear un mundo; mundo que logra la intérprete. 


“Desierto de mediodía”, de todas las piezas que hemos visto, probablemente sea la más completa al abarcar de forma consistente tanto el contenido como la forma, trabajando en profundidad el concepto de hibridéz, el de transtextualidad, que se ve reflejado en el diálogo que se instaura entre todos los lenguajes que hay en escena y el de fisicalidad, que al igual que en “Sin testear” obliga al cuerpo a adaptarse a instancias que le son poco cotidianas, expandiendo lo límites típicos en donde se desarrolla. Y esto es posible vislumbrarlo en la concentración, la disciplina y el esfuerzo que se hace latente en el montaje. Todo esto de forma ligada, no en poses, sino al contrario, desde la hondonada del movimiento que se presenta de forma directa, limpia y fluida. Además de una técnica de la danza clásica adaptada a la moderna, pero llevada a un contexto contemporáneo, donde  es posible ver en escena, fraseos que nacen como impulso desde la acción y que se realizan con destreza y excelente limpieza y así mismo una seguridad y energía muy bien controlada. Lo que parece improvisado es en realidad una coreografía previamente creada por Carvajal, pero que bajo la premisa de lo teatral, juega con la idea de que todo lo que ahí ocurre está naciendo en ese momento. 
La seriedad por el trabajo se nota, al igual que el intento por una preocupación estética, dinámica y coherente. Los ritmos que se plantean en el montaje, además del uso de la repetición son muy interesantes, en este caso destaca por ejemplo los momentos de silencio que se hacen tan necesarios el día de hoy.

Se hace evidente lo anecdótico de la pieza, se proponen situaciones escénicas y/o dramáticas en torno a un conflicto humano y se reflexiona sobre aquello. Como espectáculo mirado desde lo teatral, tiene una fuerte referencia a la realidad que pretende instalar desde la danza.

Esta es una obra que envuelve a cualquiera, su espectacularidad va en que el espectador siempre quiera un poco más, saber qué es lo que viene y es probablemente, porque nos identifica como seres posmodernos relacionados a una sociedad, que en escena es reflejada por “Desierto de mediodía”.
La historia corporal de una mujer, que expresándose en escena desde lo frágil, suave y lo más mínimo, desplaza el pensamiento del espectador a visiones de otras realidades.



Cuatro piezas nacionales de una selección de seis que se encuentran en el Festival Stgo. a Mil, donde podemos dar cuenta que desde hace algún tiempo, varios intérpretes de la danza en Chile han intentado cruzar el lenguaje de la danza con el del teatro y además con otras manifestaciones (algunas no artísticas), cosa que a simple vista parece muy fácil y coherente con los espectáculos que se ven actualmente, pero que  de seguro es más complejo de lo que se cree.
La idea, al parecer es instalar representaciones relacionadas con la emoción y la comunicación y para eso, según lo que vemos no se puede sólo con el cuerpo. Es cierto que el término danza-teatro es instrumental y ayuda a englobar este tipo de montajes, pero como tal debe ser usado con relativa flexibilidad, puesto que va de la mano con el concepto de hibridez, donde los compartimentos estancos se desflecan, se penetran unos a otros, interactuando y generando obras multifacéticas que a ratos parecieran no concretarse y desbordan cualquier intento de etiquetamiento.

Además, todas estas obras que recién vimos, trabajan bajo la premisa de que el espectador es un ente fundamental y primordial para la pieza. En algunos casos esta idea es consciente y permite jugar a cabalidad con esto.
Lo que sí es cierto, es que por mucho que en algunos casos sea difícil encontrar una coherencia y/o cohesión.  La danza, el día de hoy y en estas piezas en particular es recuerdo, duración, cuerpos en un cruce mítico y trágico. Un lugar donde la tensión del mestizaje, la búsqueda de un lugar de transición y la exploración del cambio forman parte del tejido emocional del trabajo.

Ya no es pura danza, el desplazamiento de esta hacia contextos alternativos ha motivado el surgimiento de nuevas prácticas coreográficas, métodos y estrategias creativas que inevitablemente han operado un cambio significativo en su estética. Pero hay que tener cuidado con la “flexibilidad” y tratar de centrar en algún grado este concepto que parece nuevo.
Lo mejor para entender todo esto, es ver las piezas y discutir sobre ellas, quizá no tanto desde su contenido, sino desde su forma y recursos, para que desde ahí discutamos la danza el día de hoy y en Chile. Un espacio que busca su propia identidad y que esperemos, tanto creadores como espectadores, no olviden que el cuerpo en este caso, es la principal herramienta de trabajo y aunque se incluyan muchos otros lenguajes, es necesario no perder la esencia de la danza.

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